El Alma del Sexo

El alma del sexo

5.1 Sexualidad y experiencia espiritual

Thomas Moore es terapeuta, escritor, profesor de Psicología y Religión y monje durante 12 años. En “El alma del sexo”, enfoca al sexo como una experiencia del alma en la que tiene particular importancia la fantasía, el deseo y el significado. “El alma del sexo” hace hincapié en la religión, la mitología, la literatura, las leyendas y la imaginería, que encuentran en el sexo algunos de los misterios más profundos de la vida. Asimismo, descubre en el sexo una espiritualidad que les es propia y, al mismo tiempo, explora las distintas formas en que los valores espirituales inciden en nuestra sexualidad.

El autor aboga por una sociedad que reafirme el deseo y el placer, y propone una forma de vida en la que los placeres sencillos-la alimentación, los amigos, la familia, el hogar y el contacto con la naturaleza- proporcionen una adecuada base erótica para una vida sexual satisfactoria. Es un libro para todos aquellos que deseen integrar el sexo con el resto de su vida como para las parejas que busquen experimentar su sexualidad  plenamente.

Moore sostiene que el sexo debería ocupar el centro de la vida, pues de lo contrario podría obsesionarnos y consumirnos. Pero es necesario que el sexo tenga alma para que el goce adquiera su sentido profundo.

La sexualidad crea momentos de excepcional intensidad y plenitud. Es una experiencia en la que el placer puede ser supremo y transportarnos muy lejos de nuestra vida cotidiana, induciéndonos una suerte de trance. El espíritu anhela esta clase de experiencias, por lo que es comprensible que el sexo resulte tan irresistible y tentador.

Mucho ocurre durante esta excursión lejos de la vida diaria, ya que el sexo no es vacuo sino que aporta  al alma muchas cosas inencontrables en el quehacer cotidiano, en particular verdades sobre nuestra pareja, sobre nosotros mismos, nuestra relación, nuestra pasión y hasta nuestra propia vida.

Dice Moore: “Todo lo que hacemos puede ser sexual. Quienes gusten de los libros sobre temas  pasionales saben que un libro puede ser sensual”. “El alma está hecha de imágenes, no de ideas sobre imágenes”.

“El ser humano es un mundo global de sentidos, emociones, sueños, deseos, temores, un pasado, un medio cultural y una vida interior de pensamientos y fantasías: en síntesis, un alma.”

“Resulta claro para mí, dice Moore, que el sexo es uno de los aspectos más importantes de la vida humana, quizá sólo secundario al religioso, los que a menudo son inseparables. El sexo es infinitamente más misterioso de lo que generalmente imaginamos, y sólo se lo considera en forma superficial cuando hablamos de él en términos de hormonas y de la mecánica de hacer el amor. Aquí enfoco al sexo como  un amante  de misterios”

“Como psicoterapeuta, descubrí que el alma a menudo se manifiesta a sí misma en las áreas sexuales de la vida. Muchos de los hombres y mujeres que me consultaron a través de los años tenían problemas sexuales, que finalmente se revelaban como receptáculos de los misterios principales de la vida del individuo. De algún modo el sexo es la fachada del alma, y cuando lo tratamos en profundidad, todo el cosmos interior emerge a la superficie.”

“Necesitamos más sexo con alma”, dice.

Tenemos la costumbre de hablar de sexo como algo meramente físico y, sin embargo, nada tiene más alma. El sexo nos lleva a un mundo de pasiones intensas, contactos sensuales, fantasías excitantes, diversos niveles de sensaciones y emociones sutiles. Hace que la imaginación despierte a la fantasía, con sus sueños y recuerdos. Aún si se ejecuta sin amor, si es vacuo o manual, el sexo tiene fuertes repercusiones en el espíritu, y hasta las malas experiencias sexuales llevan impresiones perdurables y obsesivas.

La característica  filosófica de nuestra cultura, en la que el cuerpo es tratado independientemente de nuestras emociones, nuestros sentidos y nuestras experiencias, tiene profundas implicaciones para la sexualidad. No sólo encaramos mecánicamente los problemas sexuales, sino que hasta podemos acercarnos a nuestra pareja también en forma mecánica, sin el íntimo compromiso del alma y el espíritu, que darían al sexo su profundidad y humanismo.

A menos que hayamos perdido la imaginación por completo, cuando observamos el cuerpo estamos viendo el alma, y cuando practicamos sexo, sentimos al cuerpo como un camino  hacia los misterios más agudos del alma.

Pero el alma tiene vida y deseos propios, que no quieren someterse a nuestro arbitrio. El intento de tener sexo sin implicaciones puede fallar y a través de un escarceo sexual insignificante, llevarnos al dilema emocional más importante de nuestra vida.

“No existe un cuerpo humano sin emociones  e imaginación”, afirma Moore.

Basándose en el Himno homérico Afrodita (himno erótico a la divinidad del sexo) describe lo siguiente:

“Un hombre o una mujer puede inspirar tal profunda fantasía y emoción que, a través de la unión amatoria con el cuerpo de nuestra pareja, podemos quebrar los límites de la condición humana para alcanzar otro  nivel de realidad. Los  espíritus del sexo vienen a nosotros desde otro mundo, y no pueden reducirse a trozos de la personalidad humana. El sexo con alma siempre es una forma de comunión con otro nivel de existencia, y esa sola cualidad puede ser una razón importante de su atracción”.

La literatura tradicional afirma una y otra vez que el alma necesita vagar libre en el tiempo y el espacio. Requiere excursiones regulares fuera de la vida diaria, reclamando relaciones y una productividad incesante. Para el monje, la contemplación es una forma de liberarse del tiempo horario y de las ocupaciones, mientras que para el individuo medio el sexo puede servir para el mismo fin.

El alma desea unión, no sólo con otras personas, sino también con otras dimensiones, que podemos llamar eternas, inmortales, míticas o con muchos otros nombres. Como veremos al final de nuestro viaje a través de diversas esferas del sexo, el alma reclama al amante misterioso, que habita y trasciende a la pareja conocida.

Hacer el amor es un ritual que invita a la diosa del sexo a estar presente. El amor y el afecto que podamos sentir hacia nuestra pareja, los preparativos que realizamos para el acto sexual, y todas las actividades que hacen al encuentro amatorio, están dirigidos a invocar a la ninfa del sexo; así lo que ocurre entre los amantes está inspirado e incitado por este espíritu. Sin la presencia de la ninfa, el sexo se hace mecánico. Le falta alma, porque esta requiere que atendamos a los aspectos tanto temporales como eternos.

Alcanzar las profundidades del sexo  requiere imaginación, respeto y presencia total.

Hacer el amor es un ritual que, como todos los ritos religiosos del mundo, trata de invocar al espíritu que convertirá a la actividad  humana en mágicamente efectiva. Asimismo, como todo ritual, el sexo requiere arte, atención en los detalles, y una imaginación devota.

Muchos autores que han descrito la ayuda que brinda la vida erótica, crean una imagen de Eros que puede ser útil para profundizar nuestra noción de sexualidad. Platón , por ejemplo, dice de los amantes que “las ideas más profundas nacen de su amor”. Eros es una guía del conocimiento, y por esta razón el arquetipo de la inteligencia para Sócrates y Platón se autodefine como un amante.

El sexo es una suerte de gnosis o conocimiento sagrado. Con el sexo podemos conocer a una persona en una forma más que especial. El sexo revela mucho del inconsciente de ambas personas y así, el descubrimiento que se produce a nivel físico, se refleja como la propia alma que se despoja de su envoltura protectora.

En el sexo también descubrimos el poder y la dirección de nuestros deseos más profundos. Los placeres que podemos encontrar  en el sexo-sexo dulce, sexo agresivo, sexo inventivo y explorador, juegos sadomasoquistas, vestirse y desnudarse, partes del cuerpo y formas de besar, lugares y escenas-todas estas preferencias, unidas tan estrechamente a la pasión, nos muestran quiénes somos, dónde quieren conducirnos nuestras almas y cómo son nuestros complejos, obstáculos e inhibiciones. En el sexo vemos las partes íntimas del alma con todos sus requerimientos.

Lo que buscamos en el sexo no es sólo satisfacción corporal, sino una respuesta a las necesidades del alma por todos esos ofrecimientos de Eros, por un mundo que se mantiene unido y por toda una vida que es creativa y motivada por el amor.

Antes de que podamos profundizar y enriquecer nuestra sexualidad, debemos descubrir el valor del placer y el deseo profundos y ,al mismo tiempo, relajar nuestra atención ansiosa para el control de las emociones, la  justificación de nuestras vidas por el trabajo y la moderación, y nuestra creencia en el valor de la contención y el sufrimiento.

5.2 El alma y los sentidos

Blake nos invita a pensar en el alma en forma distinta, como algo para ser descubierto a través del tacto, el olfato, el oído, el gusto y la vista.

“No podemos apreciar las profundas dimensiones del sexo, a menos que consideremos la poesía del cuerpo, que se manifiesta a través de las sensaciones. Cada parte corporal, es una ventana abierta a un mundo de significados y seducción…”… “esta agitación del deseo y la fantasía muestra que el cuerpo expresa el alma, o hasta- en palabras de Blake- es el alma.

El cuerpo freudiano es un terreno  mitológico de senos nutrientes, anos llamativos y falos sexuales. El cuerpo siempre está dispuesto  a una  lectura poética.

La belleza humana arquetípica brilla en todo cuerpo y rostro, especialmente  para un amante o un padre, y esa belleza, con su seducción, es parte de la vida del alma.

“Toda mi vida me sentí atraído por la teología audaz  y sensual de Eric Gill, y por sus hermosas imágenes que unen, con originalidad extraordinaria, la práctica espiritual apasionada con la sexualidad apasionada”… “

“…la imagen tradicional de María Magdalena , mujer legendaria reconocida por su pelo y su sexualidad.”

“Quizás  el objetivo central en el sexo es lograr esta apoteosis, en la que el amante humano provoca una percepción momentánea de belleza divina, convirtiendo así al acto sexual en un verdadero ritual.”

Nuestros deseos  e inclinaciones sexuales se muestran a sí mismos cuando espiamos ciertas cosas o, al contrario, cuando tratamos de ocultar nuestros intereses sexuales.

El filósofo Plotino dice que la propia alma es Afrodita. El alma nos desea y reclama su unión con nosotros. El alma nos seduce, sea desde dentro, bajo formas de fantasías o deseos, o desde afuera, cuando el mundo sigilosamente llama nuestra atención.

“Durante mucho tiempo he pensado que los mejores terapeutas son quienes no esperan  que la vida sea directa y obvia, sino quienes tienen percepción para ver los sutiles engaños que mantienen a la gente viva y cambiante. A veces las personas concurren a terapia para protegerse contra tentaciones de cambio, y un terapeuta perceptivo puede dirigir esas preocupaciones y, al mismo tiempo, reconocer el desdoblamiento del alma, menos a través de intenciones que mediante una larga serie de seducciones.”, dice Thomas Moore.

“Las intrigantes imágenes  de Afrodita  mirando sus glúteos sobre los hombros, también sugieren que en su estilo de conciencia podemos observarnos a nosotros mismos como objetos. Esto no es necesariamente narcisista ni deshumanizante. Mirándonos como objetos y no como sujetos, podemos ver más claramente nuestros pensamientos, sentimientos, deseos, historias y temperamentos como elementos de nuestra estructura.”

“estas imágenes también podrían llevarnos a pensar en el reverso de la vida: la parte posterior de un matrimonio, no sus planes y entendimientos frontales; el de una carrera o profesión en lugar de sus ideas y objetivos profesados; el reverso de una ciudad y no su frente iluminado y brillante.”

En el tema del alma del sexo hemos visto que la ninfa que buscamos en nuestra curiosidad, pasión y anhelo sexuales se percibe como una presencia en la vida cotidiana. Se la puede reconocer en una persona o en una pintura, oler en un perfume, tocar en un tejido ceñido, o sentir por medio de cualquier órgano: está en los ojos, que reciben el color con toda su emoción y significado. Se muestra en la belleza de un rostro y en el contacto, aroma y ondular de un cabello. Es el pasado misterioso detrás de los profundos sentimientos y reminiscencias que surgen de los órganos específicos del sexo. Se difunde en el sexo como recuerdos pasados, anhelos difusos y vestigios de significados.

“Afrodita era un ser con genio para el sexo, así como algunos tienen genio para las matemáticas. Un santuario de significados y vitalidad.”

5.3 La imaginación erótica

El sexo es tan asombroso y potente que la contemplación sexual parece tener algo en común con la contemplación religiosa. En muchas religiones, la contemplación de un objeto sagrado es un elemento central.

El acto de mostrar y la respuesta correspondiente de contemplar y bendecir en el ritual religioso, pueden arrojar alguna luz sobre el poderoso papel de la imaginería sexual y la pujante necesidad de ver el cuerpo y la actividad sexual. Si existe alguna consistencia en el sentimiento común de que es sagrado, parecería apropiado analizarlo en términos religiosos.

En ciertas tradiciones, donde el sexo se considera sagrado, no hay más que un paso entre honrar la imagen de un santo y venerar una representación de un dios o diosa sexual.

La contemplación que se dirige al sexo no es una simple mirada. El alma  está claramente involucrada, y de algún modo misterioso la observación sexual tiene enorme significado para un gran número de personas.

El deseo y el placer juegan un papel central en la búsqueda de escenas sexuales, así como el deseo de curar acucia al médico y la esperanza de una conciencia religiosa puede guiar al devoto.

Nuestro desafío es realmente ver, mirar de manera penetrante y amplia para obtener una percepción del mundo que yace dentro y detrás de lo obvio. Contemplar una imagen es estar absorto en ella, no sólo escrutarla a distancia. El sexo inspira la contemplación, la mirada, el destello y el vistazo, todos ellos formas específicas de estar presente ante una imagen, y en el reino del sexo la presencia es la esencia.

Ser visto, ser el objeto de deseo, es también parte de la vida humana. Tanto los hombres como las mujeres se muestran a la contemplación de sus amantes. Una contemplación sexual está llena de numinosidad.

La mayoría de la gente tiene sueños sexuales durante toda la vida. Estos sueños  pueden perturbar en nosotros ese elemento que trata de controlar el deseo sexual. Los sueños sexuales no siempre conciernen explícitamente al sexo, sino que pueden tener que ver con un amplio espectro de amor y deseo, con Eros en su más profundo sentido.

Eros sirve al alma guiándola a través del deseo y el placer, y los objetos de éstos no siempre son tan simples y obvios como parecen. Las fantasías sexuales pueden suscitar una nueva forma de vida a través de experiencias sexuales novedosas, y por ello el motivo para reprimir esas fantasías puede no ser tan importante moralmente como el temor a la multiplicidad de ofertas atrayentes de la vida.

El amor y el sexo necesitan alejarse, al menos momentáneamente, de la sociedad, tanto por su presencia física como por su interferencia moral e intelectual. El amor se siembra y florece en un sitio privado, un lugar donde el alma pasa a primer plano y la vida agitada se retira a un segundo plano. Nuestra inclinación a la privacidad en el sexo puede ser motivada más por la necesidad del alma que por la preocupación de la turbación.

Al despertar de un sueño sexual, podemos considerar todos sus detalles y pensar menos en la excitación sexual y más en la forma específica como se presentó el sexo en el sueño, reparando en particular en el papel del deseo, la clase de placer ofrecido, y las formas en las cuales se pudo haber transgredido el decoro.

“A medida que examino volumen tras volumen de literatura sexual escrita por mujeres, siento un gran deseo de devolver al sexo su cuerpo y alma en totalidad. Deseamos las cosas que reprimimos: nuestra necesidad de investigar y contemplar los misterios del deseo poderoso, del acto sexual íntimo y del drama del encuentro erótico.”

Alan Watts, cuyos libros de los años sesenta invocan un enfoque sensual de la espiritualidad hizo comentarios sobre el Templo del Sol en Konarak. Señala que las parejas no “van a la cama” sino que están bailando. No están desnudas; llevan coronas, collares, brazaletes y  ajorcas. Nos muestran, sin explicaciones, cómo el sexo es un ritual y no un acto animal, un yoga de éxtasis. Agregaría también que, en estas extraordinarias esculturas indias, descubrimos que la belleza, la gracia, el ritmo y la forma son esenciales para el sexo, y que revelan el potencial de éste para la espiritualidad.

Watts describe el sexo, no  en la forma en que a menudo la hacen los estudios científicos como una “salida” sino como una entrada. No es una expresión de presión sino una posesión de placer, donde el objetivo no es el orgasmo sino una sensación sostenida. Concedernos mucho tiempo, preparar un sitio, adornar nuestros cuerpos y crear un medio espiritual, un campo mayor que nosotros mismos y nuestra pareja, puede descorrer los velos que han ocultado al sexo en las sombras de la biología y la psicología durante el período moderno reciente. Podemos restablecer el misterio controlado tan palpablemente por nuestros ancestros, que construyeron templos a Eros como realización de nuestra necesidad absoluta y no perdonada de encantamiento.

El sexo es también una puerta a un nivel donde la existencia es vivida con extraordinaria proximidad y presencia, un modelo para lo que es posible cuando Eros enseña el camino.

¿Cómo contemplar expresivamente y cómo convertirse en objeto de contemplación sexual sin perder el alma?

Cuando me expongo a la contemplación de mi amante, estoy haciendo un regalo. Voy dejando de lado mis instrumentos de autoprotección y mis defensas, exponiéndome no sólo a un examen ocular sino a una reflexión del alma. Seré visto no solamente en mi estatura física sino en mi verdadero ser. Los intensos sentimientos que representa el desnudarse, la inhibición así como también el placer de la autoexhibición, no se deben meramente a condiciones físicas sino a emociones y estados sutiles del alma.  En toda vida es muy importante hacerse visible, ser revelado.

Podemos descubrir las profundidades de nuestra propia contemplación y la importancia, en el sexo, de mirar y observar. Y podemos recobrar el valor y el placer de ser objeto de una contemplación sexual llena de misterio.

Puede ser importante tener ocasiones de practicar el sexo durante el día o fuera de casa, tener tiempo y privacidad para mirar, a veces adornarse en forma reveladora y provocativa. Puede ser útil tener pinturas y fotografías en nuestras paredes para desarrollarnos en las sutilezas de la contemplación, e invitar a entrar en el espíritu de Eros.

“Hoy en día, muchos creen que necesitamos enseñar a las parejas cómo comportarse sexualmente entre sí, pero quisiera destacar un proyecto más amplio: descubrir las profundidades y alturas del sexo, su sacralidad inherente y no sentimental, el espíritu y el alma dentro de la mecánica y la parafernalia. Tenemos que invitar a los espíritus del sexo a nuestros dormitorios, o de lo contrario éste no será más que un intento secularizado, egocéntrico, narcisista y explotable, aun en medio de nuestra supuesta lucidez sexual.

La supresión, la opresión y la represión no son formas constructivas para enfrentar algo, incluyendo las objetables imágenes sexuales en el cine, libros y revistas. Con respecto a la pornografía, ¿cómo podemos “acompañar al síntoma” y encontrar un camino a través de él en vez de a su alrededor? Una forma obvia sería cultivar la práctica de la contemplación erótica, profundizando los modos como miramos el mundo y el cuerpo humano, aunque cada persona y cada cultura encuentra su propio camino recordando lo bello y lo significativo en la vida pública y privada.

El Arte erótico revela la belleza y el placer potencialmente presentes en todo lo que es vida, inspirándonos así a tomar nuestros deseos con seriedad y a seguir los incentivos del placer.

Siguiendo la guía de Dionisos, nos podemos permitir ser muchos personajes en el teatro de nuestras vidas, tomando tanto papeles masculinos como femeninos, porque lo dionisíaco es esencialmente multisexual o está más allá de cada sexo. Podemos vivir extasiadamente en el sentido de permitir al ego retroceder y a la imaginación tomar la guía. Podemos ceder a las constantes invitaciones de la vida y a las intuiciones e inclinaciones del corazón.

De modo profundo, éste es un estilo sexual de vida, porque viviríamos en la forma en que hacemos el amor, permitiendo al cuerpo dictar nuestras acciones y ofreciendo a nuestras pasiones y deseos un papel central en todo lo que hacemos. Es fácil trocar el impulso dionisíaco en una mera reacción contra la racionalidad y la abstracción secas, tan prominentes en nuestro mundo. Entonces lo dionisíaco sería en realidad orgiástico. Pero si es tratado como una cualidad del alma, no será simplemente literal y agregará un ingrediente necesario a nuestras vidas, que también puede ser inteligente, decoroso, socialmente grato y ordenado.

El espíritu dionisíaco afirma la vida y le permite transcurrir, aun si no entendemos lo que ocurre, y es este abandono y confianza los que dan lugar a la extraña gracia protectora de Príapo. La imaginería priápica da el sentido de que la vida es plena y excitante.

A veces la gente piensa que el humor sexual es adolescente y sofomórico, pero  las historias tradicionales sobre Príapo nos enseñan que a veces está bien ser menos maduro y serio con el sexo,  y entretenerse con fantasías y deseos irresponsables.

Por supuesto que en épocas del sida, de difundidos embarazos intempestivos y otros serios y peligrosos problemas sociales asociados con el sexo, debemos ser responsables y cuidadosos, pero cuando el valor de un comportamiento responsable se vuelve moralista y pierde su finalidad, nuestras preocupaciones no son efectivas. Necesitamos tanto la voz  adulta de la responsabilidad como la adolescente de las hormonas fuertes si queremos encontrar el alma del sexo, que finalmente es la única cosa que nos mantendrá seguros.

A veces la búsqueda del alma llega a bucear en la vida común: el placer de realizar tareas cotidianas, tener buenos vecinos, criar hijos, lograr satisfacciones en el trabajo y practicar sexo con alguien a quien se ama. El interés hacia lo extraordinario tiende a ser  ambicioso, egoísta, demasiado enérgico y deshumanizante, una actitud llena de espíritu pero por lo general pobre en alma.

“Imagine el crecimiento personal como una forma de volverse más humorísitico y terrenal, y que la salud emocional  esté en contacto con el cuerpo y le proporcione placer.”

Una cura adecuada para  esta pérdida de humanidad proviene de un lugar inverosímil: de nuestra propia comprensión creativa, única y llevadera de Príapo, quizá en la forma de redescubrir la vida concreta y común, viviendo sin inteligencia e información excesivas, sucumbiendo tontamente a las exigencias del cuerpo y el alma, y profundizando nuestras conexiones con otros a través del juego instintivo y el buen humor.

5.4 Eros en la vida espiritual

Cuando apartamos al sexo sagrado, podemos sentir que aquél está separado de nuestras aspiraciones más altas, y hasta de nuestra inteligencia. Si la religión recuperara su capacidad perdida para el éxtasis y no se separara tanto del sexo y de la vida apasionada, podríamos gozar de la espiritualidad en los aspectos más encantadores y físicos del sexo, incluyendo la contemplación erótica, el contacto, los besos y abrazos, beneficiándose así nuestra vida religiosa y sexual.

Aunque no comprendemos el misterio pleno de estas profundas amalgamas de sexo y espíritu, aún podemos inspirarnos en ellas para encontrar nuestros propios caminos hacia el éxtasis erótico en la religión, y una piedad genuina en la sexualidad.

A menudo se considera que los hombres y las mujeres se acercan al sexo como si fuera la luz más brillante de sus universos, al menos en algunos períodos de sus vidas, simplemente porque desean ciertas sensaciones físicas. La gente habla de querer novedades en el sexo, como si una nueva pareja o una nueva posición sólo fueran satisfactorias a nivel puramente físicas. Pero ¿ qué ocurriría si admitiéramos un nivel agregado de humanidad, y en el sexo un nuevo grado de significación? ¿Y qué si lo que buscamos en ese grado no es puramente físico?¿ Qué pasaría si ello también trascendiera la psicología, por lo que ni aun la relación interpersonal o el amor humano explicarían adecuadamente la intensidad de nuestro deseo y la importancia de esas pasiones en nuestras vidas?

En el sexo, una vida íntima de emociones fuertes y fantasías vívidas se encuentra con una persona real para crear un momento de intensidad excepcional, cuando la vida es plena y la razón oscura. Es el tiempo en que el juego es supremo, y cuando nada podría tener implicaciones más serias. Aun cuando el sexo no nos lleve al éxtasis ni sea perfecto, nos conduce a un nivel lejos de nuestro ámbito mundano. La contemplación y el contacto inducen a una especie de trance, un estado alterado de conciencia, un mundo de sensaciones y eventos imaginarios, una realidad separada.

El alma reclama tales excursiones desde la realidad literal, y por eso no es misterioso que el sexo sea tan irresistible y tentador. Pero es el alma, y no un cuerpo inanimado, la que siente el apetito y no lo puede resistir. Un estado alterado como el trance sexual no está vacío. Ocurren muchas cosas durante esta excursión fuera de la vida diaria, aunque esta actividad especial conlleve cosas en el alma que pueden ser muy diferentes de lo que deseamos en la vida común. En el sexo podemos descubrir subliminalmente muchas verdades sobre nuestra pareja, sobre nosotros mismos, nuestra relación, pasión y sobre la vida misma.

El American Heritage Dictionary, define al orgasmo como “el punto más alto de la excitación sexual, caracterizado por fuertes sentimientos de placer y marcado usualmente por la eyaculación”. Aquí tenemos la pequeña sugerencia de que el sexo nos eleva. Es una experiencia pico, que nos coloca en dirección del espíritu.

El orgasmo provoca estos dos misterios: goce físico y placer del alma.

El diccionario griego también describe al orgasmo como un sitio sagrado, el “temenos de Deméter o Perséfone”. El orgasmo nos transporta a un lugar que no está en la esfera humana, un sitio aparte, donde se realizan las ceremonias religiosas. La literatura habla sobre el rapto místico y el rapto sexual como si ambos tuvieran mucho en común, y el rapto, por supuesto, significa ser tomado.

Hemos visto que el sexo nos lleva a un lugar especial de sentimientos e imaginación, que es a la vez ordinario y extraordinario, profundo en el cuerpo y, al mismo tiempo, trascendente. Esta zona coincidente a veces se llama liminal, en el umbral, y se escribieron experiencias religiosas en estudios contemporáneos de religión sobre su liminalidad. Estas experiencias en el umbral, descritas vívidamente por Carlos Castañeda, son momentos de excepcional valor para el alma y la vida espiritual. En ellas tanto el tiempo como el espacio se presentan extraordinariamente sensibles a la influencia espiritual.

Los aceites y perfumes, la privacidad, la música, la ropa especial, todos estos temas sexuales, ayudan a evocar el sentido de liminalidad o umbral. Lo que ocurre en esta parte liminal de la conciencia habla directamente al alma y sólo indirectamente, en todo caso, a la vida ordinaria. Aquí hablamos en formas que quizá nunca pensamos en las horas comunes, y hacemos cosas completamente de acuerdo con este lugar y, sin embargo, impensables en otros contextos. El sexo establece un dominio que tiene su propio lenguaje y usos, así como sus propios propósitos, que se deben enfocar en la relación de uno mismo o en la vida espiritual.

El sexo nos saca de nosotros y detiene el tiempo. El grado de intimidad logrado es inimaginable cuando se lo compara con nuestra etiqueta social común, ya que el sexo hace relaciones a un nivel no siempre alcanzado en la interacción social.

El sexo con un amante humano indica una clase más profunda de intimidad, participa en una conexión más que humana con el campo del ser. Esta es la espiritualidad de Venus, una trascendencia del yo lograda a través de una unión intensa y placentera. Al mismo tiempo, como por lo general es el caso en la religión, el transporte místico nos devuelve al profundo compromiso con la vida y la comunidad.

Podemos encarar el tema del sexo y la espiritualidad en dos sentidos: buscar formas sexuales que sean espirituales y formas espirituales que sean sexuales. El primer caso, y el mínimo, es evitar dividir el cuerpo y el espíritu, y el mejor modo de lograr este objetivo es no pensar siquiera en estos términos dualistas. No sólo el sexo tiene significación espiritual, sino todo lo que hacemos, cada objeto, cada evento, no importa lo secular que pueda parecer. Si vivimos con esta filosofía no dualística, el sexo permanecerá  naturalmente unido a la espiritualidad, pero si dividimos cuerpo y espíritu en cada parte de la vida, podemos esperar problemas con el sexo.

Nuestra capacidad de ser sensuales y afectuosos puede ser la clave para resolver tensiones entre la vida espiritual y la sexualidad.

¿Cómo hacemos para que nuestra espiritualidad sea sexual? Siendo seres con profundos afectos y con todas las variaciones individuales posibles en la expresión de esos afectos.

Podemos ser afectuosos con nuestros amigos y vecinos, con nuestras parejas, dando así al mundo el modelo que necesita para vivir con el corazón. Podemos nutrir nuestro afecto hacia los animales, las cosas y los lugares.

El afecto es el proceso de hacer sensual al amor, y así éste puede conducirse directamente hacia el sexo, dándole el  alma que necesita, para no caer en la agresividad, la manipulación y la vacuidad. “Afecto” proviene de dos palabras latinas básicas, “ad”, a, y “facere”, hacer, y así significa “ hacer a”. Cuando se pierde el afecto, realmente hemos “hecho a”, pero cuando está presente nosotros “hacemos a”, acercando nuestras vidas y corazones a nuestros seres queridos y a nuestro  mundo, ofreciendo una espiritualidad del corazón, no sólo de la mente, a una cultura ávida de atención sincera. El afecto es una manera de hacer amor, no un pensamiento.

“Durante años de practicar terapia, llegué a conocer un especial tipo de tristeza en algunas personas con las que trabajé. Se sentían dominadas por lo que podríamos llamar depresión moral, una constricción del espíritu. Vivían con una sensación de pesadez y tenían dificultad para encontrar alegría en la vida, debido a un hábito profundamente arraigado de prohibirse a sí mismas ciertos placeres y satisfacciones. A menudo, lo único que afectaba a estas personas era no poder encontrar la comodidad sexual y el placer que deseaban.”

Hemos visto que Eros puede tomar muchas formas y que es un espíritu, una influencia móvil e inspiradora, que-según dice la tradición – alimenta el alma. En arte sacro, los retratos de Eros como un joven alado, muestran su naturaleza espiritual, su capacidad de elevar el corazón, y su habilidad para animar y estimular.

Donde quiera que surja Eros, el alma resucita. Lamentablemente, lo contrario también es cierto: donde ponemos un freno a Eros, el alma se siente privada de aliento y vida.

Es difícil conocer los poderosos anhelos y deseos del alma, que a menudo nos hacen romper las reglas familiares y traicionar las expectativas sociales. Cuando la moralidad se explota como medio de mantener controlado al deseo y cubrir los impulsos de amor y los anhelos, el resultado puede ser un tipo especial de depresión, que muestra todos los signos de un corazón prisionero y un Eros restringido. Es un excesivo precio que pagar por la ilusión de la inocencia.

El amor a la vida, asociado con una conciencia fuerte y sincera, sólo puede agregar al sexo lo que la alegría de vivir, dado que la afirmación de la existencia es el mejor contexto para la satisfacción sexual.

Si le permitimos al sexo tener alma, lo que significa que las fantasías y deseos sexuales no se deben tomara siempre literalmente, sino con mayor poesía e imaginación, entonces podemos aceptar que toda fantasía sexual es válida y tiene sentido. El deseo no necesita ser reprimido; precisa ser albergado, considerado y discutido.

“Como terapeuta, he pasado horas con hombres y mujeres hablándome sobre sus deseos sexuales y los conflictos que producían. Para mí, estas discusiones eran ejercicios para descubrir el alma. Estábamos tomando el deseo sexual crudo e interpretándolo en la forma en que podríamos leer un soneto de Shakespeare: por sus implicaciones, insinuaciones, juegos de palabras y sugestión.

El sexo no siempre es tan literal como lo hacemos y no necesariamente debería actuar en forma concreta con cada deseo o fantasía. La mayoría de las fantasías y deseos sexuales señalan a la dinámica erótica en la vida y no al sexo real.

Para estar libres de nuestro propio moralismo y la culpa que lo acompaña, deberíamos reconocer que el alma tiene su propia sexualidad, hecha de imágenes, sentimientos, valores, temores y anhelos que sólo raramente necesitan encontrar afirmación en la vida. En su mayor parte, la fantasía es fantasía. El deseo puede parecer carnal, pero más posiblemente está conectado con el desdoblamiento del alma.

Si tomáramos seriamente nuestros deseos, y no siempre en forma literal, estaríamos orientados hacia una vida tranquila, quizá llena de actividad creativa, pero libre de una contienda emocional  entre moralismo y sexo. El moralismo puede convertirse en moralidad cuando Eros no es el enemigo.

Teniendo presente el alma del sexo, podemos describir la moralidad sexual como el cuidadoso tejido del deseo y la pasión en cada aspecto de la vida. Está basada en la confianza hacia la propia alma que, cuando la conocemos íntimamente, es la única guía verdadera de la conducta sexual.

5.5 El sentido del celibato en la pareja

“Cuando reflexiono sobre mi juventud como monje, entiendo mi celibato en esa época no como una negación del sexo, sino como una forma diferente de vivirlo. Aunque no tuve experiencias sexuales en el sentido habitual, mi vida estuvo llena de intimidad, comunicación, belleza, placer, cuerpo, deseo y hasta pasión. No sentí la ausencia del acto sexual como autonegación o como una pérdida. Deliberadamente decidí vivir en celibato, y ello me dio tantas recompensas emocionales y un sentido tan rico en significados, que no me sentí despojado”.

“Lo que aprendí en esos doce años de celibato fue que la sexualidad es más profunda y sutil de lo que imaginamos. En realidad nunca me vi como asexual o reprimido. Mi sexualidad estaba completamente viva y presente en mis fantasías, en mi forma de ser, en mis relaciones emocionales, en mi descubrimiento de un mundo rico y fascinante y en mi trabajo.

“No digo que todos  los celibatos religiosos se experimenten de este modo, o que yo continuara gozando de esta forma de celibato sexual por muchos años más, o que la experiencia no tuviera conflictos y autocuestionamientos. Estoy feliz de haber dejado esa vida y de haber explorado una forma diferente de sexualidad. Pero esos años especiales ampliaron mis ideas sobre el sexo, y la intuición  que inspira este libro tiene que ver con una sexualidad que no siempre es literal, una vida sexual del alma que no necesariamente incluye el cuerpo o una pareja real. Esta clase de sexualidad no es amorfa ni vaga. No es meramente metafórica. Es por cierto sutil, pero también profunda y penetrante.”

“Mi idea es que todos podemos llevar el espíritu del celibato en nuestra vida diaria. Podemos ser, momentáneamente y en ciertas situaciones, célibes en actitud.

En varias y profundas formas, no estar casado es un aspecto de estar casado. Las personas casadas no necesitan perder el sentido de lo que son como solteras. Puedo tomarla mayor parte de las decisiones de mi vida y mi trabajo como una persona casada, pero especialmente en algunas áreas estoy solo.

“Yo toco el piano como si estuviera solo. Nadie comparte esto conmigo, y realmente ninguno comprende su importancia o la naturaleza de mi placer. También leo ciertas cosas como si fuera célibe. Algunos de los libros de la casa son míos, otros de mi familia. Mis libros me hablan como no lo harían con ningún otro, y los de mi mujer lo hacen con ella con precisión y deleite individuales. No conozco a nadie que experimente el mismo placer que tengo  al leer una novela de Samuel Beckett y una revista de carpintería la misma noche, y no entiendo mucho de los libros y artículos sobre técnicas pictóricas que encantan a mi mujer. Compartimos la mayor parte de los libros y las actividades, y podemos leer en la misma habitación, aunque algunas áreas son individuales; gozamos del matrimonio tanto en aquellos momentos de celibato como en los que compartimos mutuamente”

“Si encuentro una persona atractiva o que claramente quiere tener cierta clase intimidad conmigo, siento mis votos matrimoniales mucho más que los votos del celibato. No estoy disponible y esa es mi elección. No me siento privado o  reprimido. Experimento las limitaciones de mis votos, pero en ellas encuentro una libertad y un goce genuinos. Extrañamente, esta clase de celibato parece ser una parte esencial de la vida matrimonial. Ambos pueden requerir experiencias sutiles, charlas con las parejas, y una filosofía de la vida que aprecie la mezcla de matrimonio y soledad.

Las personas casadas a menudo se  enfrentan con el problema de sentirse atraídas por alguien más, y esa atracción volverse tan fuerte que él o ella sientan que toda su existencia está en juego y se encuentren en un triángulo emocional sin solución aceptable. “Como terapeuta que se ha enfrentado a tales situaciones, a menudo he pensado que las tentaciones en contra de los votos, tanto del celibato como del matrimonio, pueden señalar cambios importantes y poderosos del alma. El único camino para enfrentar el desafío puede ser una deliteralización de la tentación. Podemos preguntarnos, en términos que van más allá de la relación literal involucrada, si la triangulación emocional no está en todas partes. Si simplemente aceptáramos todas las nuevas invitaciones a la intimidad, nuestras vidas quedarían destrozadas y nunca encontrarían seguridad y fundamento.”

El celibato espiritual modela una forma potencialmente creativa de vida, que cualquiera podría probar. Está hecho de integridad, individualismo y soledad, complementados por una intensa experiencia comunitaria. El celibato también eleva a Eros en otras áreas de la vida. El espíritu del celibato refrena el deseo sexual, permitiéndole transformarse o sublimarse en formas menos literales, tales como amor en la comunidad, placer en la naturaleza y excitación en el trabajo. Cuando las cualidades características del sexo-intimidad, placer, cuerpo, deseo, orgasmo-entran en otras áreas de la vida, esas áreas se erotizan en forma real, no sólo metafóricamente, y nuestros deseos sexuales se satisfacen entonces a otro nivel, aumentando el placer y eliminando algo de presión por satisfacer el sexo que proviene de nuestras parejas.

“Una vez daba una conferencia a psiquiatras, cuando un hombre se puso de pie y resumió sus experiencias de una semana fuera de la saal de reuniones. Dijo que había pasado algo de su tiempo en la meditación y en coleccionar esqueletos y huesos que encontró en la playa. Por otra parte, él y su mujer, por primera vez, habían hecho el amor en un lugar bastante público, gozando obviamente de la transgresión infantil hacia el decoro y de la espontaneidad del acto. Su historia calurosamente aceptada por sus colegas, era el cuento de los dos principios de Freud: vida y muerte. Sospeché una conexión paradójica e íntima entre su interés por los restos que había encontrado y su deleite en su propio cuerpo y el de su mujer. Inocencia y experiencia, infantilismo y madurez, vida y muerte, todos están encapsulados en el sexo.”

 

5.6 El lecho matrimonial es sagrado

El dormitorio es , verdaderamente, un lugar sagrado. Al volver finalmente a casa, Odiseo expresó su alegría al encontrar el lecho especial que había construido años antes para Penélope y él mismo. Su descripción es uno de los pasajes más bellos de La Odisea:

“Yo mismo, no otro hombre lo hizo.

Era el tronco de un olivo con largas hojas creciendo

vigorosamente en el patio, y era grueso como una columna.

Proyecté mi alcoba alrededor, y la construí, hasta que la terminé,

con piedras unidas entre sí y una buena techumbre;

agregué puertas compactas, bien fijadas y ajustadas.

Luego corté el follaje del olivo con largas hojas,

y adorné el tronco con sus propias raíces,

puliéndolo cuidadosamente con el bronce

y cortándolo recto, a cordel.

Y habiéndolo taladrado con un barreno,

hice de él el pie de cama, que construí encima

y adorné de oro, plata y marfil.”

La escena concluye con la línea: “Luego fueron gustosamente juntos al lecho y a su antiguo ritual”.

Odiseo y Penélope, figuras arquetípicas que representan a todos los matrimonios, tienen su árbol especial de amor e intimidad, que forma la estructura de su tálamo marital. Cada uno de quienes  somos casados tiene un lecho así, tanto literal como figuradamente. Cuidaríamos más de esta profunda naturaleza si imitáramos a Odiseo y lleváramos nuestro arte y sentido de belleza personales a la construcción y ornato del lecho real y también a nuestros pensamientos sobre el papel del sexo en la vida matrimonial.

El lecho matrimonial está vivo, junto con la memoria, la fantasía, el tabú, el deseo, los celos, la trasgresión y la intimidad. Pocas cosas  materiales pueden  ser tan sagradas, por todo el misterio, el sentido y la pasión que se centran en él. “Cuando mi mujer y yo viajamos, a veces tenemos camas separadas y debemos hacer nuestro letto matrimoniale, como lo llaman en Italia, juntando dos camas estrechas y convirtiéndolas en una sola. Aun dos camas de hotel simulan el lecho hogareño, ya que éste es un objeto particular y una construcción sacramental que puede trasladarse, más o menos, de uno a otro lugar.

El sexo es la religión de un matrimonio. Es su contemplación, su ritual, su plegaria y su comunión, dice Moore.

Aun cuando las personas sientan una contradicción en su matrimonio entre el sexo bueno y las comunicaciones malas, pueden estar seguras de que la pasión sexual no carece de sentido. Indica una atracción importante, un verdadero anhelo del alma, que pueden o no representar los deseos conscientes de la pareja.

“Todos dicen estar a la caza de significados, y muchos se apasionan en la búsqueda de un sexo satisfactorio, pero demasiado a menudo buscamos en los lugares equivocados el cumplimiento de nuestros deseos, y no vemos cómo pueden resolverse juntos nuestros problemas de sexo y de sentido.

El dormir, soñar, conversar y hacer el amor que se realiza en el lecho marital entrelazan a la pareja. A este respecto puede ser más  importante cuidar el equipamiento de la cama matrimonial que trabajar en el análisis de las psicologías de las parejas.

En el matrimonio, el sexo  se puede convertir en una rutina, especialmente si todos sus atributos son simples y familiares; pero si el sexo es visto como un arte más que como mera autoexpresión del deber, entonces toda la vida de uno se puede condicionar a él y, al mismo tiempo, mantenerse en el resplandor crepuscular del sexo. “Mi ideal, dice Moore, sería una pareja haciendo el amor en un dormitorio, amorosamente preparado para el sexo, en una casa palpitando con las sensaciones sexuales de color, aroma y tacto, en un mundo rico en sensualidad que sostenga apropiadamente la sexualidad de la pareja.”

5.7  La inteligencia del deseo

En este apartado encuentro estrecha relación entre la teoría de Esther Perel y la de Thomas Moore, sobre la sabiduría de los deseos.

“A fin de  descubrir las alegrías sublimes del sexo, debemos desarrollar una clase especial de inteligencia sobre la vida erótica.” “Como terapeuta, encontré que una palabra caracteriza la actitud de la mayoría de las personas hacia su propia sexualidad: confusión. No entienden sus atracciones y sus deseos. Sienten generalmente que sus vidas sexuales son y siempre han sido desordenadas. Creen ser ciegos e impotentes frente a la pasión. Mantienen la esperanza de que un día encontrarán la dicha sexual, pero que hasta ahora esa esperanza no se ha logrado.

Un área central de confusión radica en la diferencia entre el placer del alma y la necesidad del ego. El alma abarca los niveles más profundos y elevados de nuestro ser. No está tan ligada al desarrollo rápido de la vida como el ego, y su anhelo parece estar dirigido a placeres más profundos y duraderos. El ego, en cambio, es el aspecto del ser que nos conduce a través de  esa  vida lenta y relativamente breve. Puede fácilmente estar estancado en satisfacciones pasajeras.

Los objetos de deseo que establece el ego tan rápidamente, a menudo son vacíos y de corta duración.

El ego es un instrumento efectivo para hacer nuestro camino a través de la vida, pero debe estar conectado, en todo momento, con el alma más profunda. El deseo emerge del alma, y por lo general necesita ser satisfecho a un nivel profundo, precisamente con el objeto adecuado.

Tener sexo puede gratificar al ego momentáneamente, pero también puede llevar al alma a sentirse sola, porque es en la búsqueda de una pareja particular y una experiencia sexual donde se llena de emoción, amistad y vida.

La inteligencia erótica comienza familiarizándose con la propia alma, con sus fuertes deseos e inclinaciones, sus ciclos y fases.

¿Qué  quiere el alma? Nos puede llevar tiempo considerar justamente cuál es el objeto real de nuestro deseo, y qué tipos de placer ofrecen satisfacciones duraderas y profundas.

El deseo tiene su propia inteligencia. Si pensamos que la mente es la mejor guía en la vida, haremos elecciones reuniendo opiniones y sopesando las opciones. Pero si seguimos al alma, comprenderemos que el deseo también es un indicador de lo que necesita  y de lo que es mejor para ella. Podemos estar confundidos, especialmente sobre el comienzo del deseo, sobre la naturaleza exacta de los anhelos de nuestras almas, pero con el tiempo aclararemos lo que ellas buscan.

“Estando cerca de los deseos del alma podemos saber mejor con quién casarnos, de quién ser amigos, y dónde vivir. Todas ellas son elecciones que involucran deseos y placeres y que requieren de la inteligencia erótica, y todas tienen una conexión directa con nuestra sexualidad, que, después de todo, es nada menos que la vida erótica.”

Dado que el alma es tan profunda y elevada, cuando estamos conectados a ella- en especial dando respuesta a su deseo- nuestro verdadero sentido del yo tiene una cualidad sublime.

5.8 La vida epicúrea

El filósofo griego Epicuro proponía poner una placa sobre el lecho matrimonial que dijera: “Harás bien en pasar algún tiempo aquí, donde nuestro mayor bien es el placer”. Para los epicúreos, el placer es un bien, el mayor de los bienes.

Imaginemos colocar al sexo como la  primera de nuestras prioridades en el matrimonio o en otras relaciones íntimas: antes que el amor, el afecto, el deber, la comunicación, la paternidad y el apoyo mutuo. Si suena irresponsable o superficial dar al sexo tal preeminencia, quizá hayamos perdido realmente la idea del alma del sexo. Dejándola de lado, damos al sexo un poder y una autonomía que finalmente vuelve a perseguirnos y a llevarnos a un extremado maltrato de nuestras parejas. Si dejamos libre la potencia del sexo, su seducción y su placer, encontraremos que puede ser el pegamento más efectivo para mantener todas las piezas y partes unidas.

Aquí no estamos movidos por la obligación sino por el placer. El lugar adecuado, el momento, el marco, la ropa, la luz y el tacto proporcionan las mayores delicias. El placer es la medida y el único criterio: el placer que damos y el placer que recibimos. No le preguntamos a la mente qué es correcto y elegante, y no consultamos las voces del superego para asegurarnos de estar aprobados y justificados en lo que estamos haciendo. No tratamos de explicarnos cómo funciona todo lo que realizamos. No medimos nuestras acciones y respuestas con un código que nos ha sido dado para todo tiempo y lugar. Somos individuos en un momento y sitio particulares, en busca de placeres profundos.

El verdadero epicúreo es una persona alerta a las oportunidades de profundizar y hacer duradero el placer, quien entrelaza estos placeres en una vida donde el trabajo y el goce se entretejen, en el que uno puede estar profundamente implicado en el otro.

“Cuando considero a las personas que he conocido, quienes manifiestan en sus vidas lo que yo llamo alma, pienso en los hombres y mujeres que gozan de la vida, que comen bien, que tienen buen sentido del humor, y que evitan muchos de los moralismos del día. No dejan de tener culpas. No es necesariamente fácil para ellos cargarlas. No siempre son correctos en su conversación y conducta. Son individuos fuertes, no muy equilibrados en sus vidas. Buscan el placer, el placer profundo, y no fabrican excusas por ello.”

La belleza de la vida epicúrea consiste en que no hay nada que explicar, nada que comprender, nada que someter a análisis dolorosos. La tarea más bien consiste en educar los sentidos, dándoles en abundancia lo que merecen, encontrando en ellos el alma y amando con tal firmeza como para parecer loco e imprudente. El último epicúreo es el loco sagrado, cuya cordura es juzgada por una norma hecha en el cielo.

Lic. Dolores Rueda

 

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