En general las parejas que suelen funcionar adecuadamente son aquellas en las que la mujer a la vez que acepta su lugar femenino, puede canalizar logradamente sus corrientes fálicas; así como el hombre que se halla bien situado virilmente puede desplegar sus componentes femeninos sin pasivizarse. Se entiende que en tal caso cada uno favorece el despliegue de las corrientes libidinales del Otro, a resguardo del resentimiento y la envidia, dado que ambos tienen elaborados sus aspectos homosexuales.
Las parejas suelen fracasar cuando sus integrantes no tienen resueltas sus fuertes tendencias homosexuales,lo que determina el intento de someter envidiosamente al Otro, en tanto el hombre no tolera lo femenino de ella o la mujer no tolera lo masculino de él.En estos casos la mujer no soporta por rivalidad los logros fálicos del hombre y el hombre ataca el goce pasivo femenino de ella. No se trata obviamente en estos casos de un problema de malentendido comunicacional-tal como lo plantean ciertas corrientes conductistas-, sino de la exacerbación de los componentes homosexuales de ambos, es decir del falicismo de ella( envidia del pene), y de la posición pasiva masoquista frente al padre por parte de él. La paradoja reside en que cuanto más fálico se plantea él, más se lo ataca y se lo castra, y cuanto más goza ella desde su femineidad más se intenta privarla del goce, en un ciclo de enfermedad creciente que suele terminar en la separación liberadora o en la destrucción recíproca de no mediar un cambio subjetivo por parte de ambos. Recordemos que el ataque de la mujer fálica se centra en la envidiada y admirada potencia del hombre; y que lo más atacado por parte del hombre feminizado es la entrega pasiva de la mujer a la voluptuosidad del goce.Por eso una mujer fálica castra y sabotea el depliegue de la potencia viril del hombre; así como un hombre pasivo priva del goce a la mujer: he aquí la esencia estructural de los enfrentamientos entre los sexos. Sin embargo, en el nivel manifiesto cada cual le reclama al otro su incapacidad para asumir con entereza y dignidad los emblemas de su sexo: doble movimiento simultáneo, pues, de apropiación del poder fálico y castración del Otro a la vez que formulación del reclamo porque éste no ocupa el ¨buen lugar».
Se puede entender entonces, a la luz de lo que venimos sosteniendo, la causa de los frecuentes extravíos que acaecen en la pareja cuando cada uno habla desde » otro lugar» que el que le impone su propio sexo.( Extracto del Libro » Extrañas Parejas» de José Milmaniene)
Lic. Dolores Rueda