Miguel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta
Sin erotismo todo en la vida sería frío y ajeno, como un edificio abandonado.
Claro , cuando decimos erotismo la idea de lo sexual aflora enseguida, lo que es una interpretación parcial acerca de un tema importante. El sexo es parte del asunto, pero no abarca todos los matices de lo que el erotismo significa. No es necesariamente excitación sexual, pero si es vitalización, ganas, sensualidad…No es una idea, es una vivencia y , como tal , abarca tanto el cuerpo como el alma y se manifiesta en mil escenarios diferentes. No en vano hay quien dice que el erotismo es una de las maneras de ahondar en la espiritualidad.
El erotismo es pasión…y algo más. La pasión es el jugo de la uva, mientras que el erotismo es el vino, el buen vino, ese que despliega en su máxima expresión las cualidades de la fruta que le dio origen. Erotismo es eso que se elabora lejos de la urgencia, de la mirada eficientista, de la mecánica desangelada de las cosas. Es difícil de atrapar, definir, estandarizar, si bien desde hace siglos el ser humano pretende encontrar la manera de domesticar esa vivencia fecunda y luminosa, ponerla dentro de una cajita o escribirla en una receta que garantice que , cuando se aplique la formula, se habrá dominado la clave del misterio.
Las parejas actuales encuentran dificultades para vivir el erotismo en la relación. La dificultad surge porque, justo en ese momento en el que el clima de encuentro se va logrando, llora el hijo o se recuerda que mañana hay que cubrir un cheque. Por eso, si se quiere ofrecer sustentabilidad a las relaciones, hay que encontrar la manera de compartir algo de ese clima poniéndole límite a la parte prosaica de la vida, al menos por un rato.
El erotismo es ceremonial, requiere su tiempo y su liturgia, ya que se trata de un clima, no de un hacer determinado. Es una mística, no una técnica, y, cuando se trata del territorio del amor, requiere que la pareja juegue confiada y despliegue el arte del encuentro. Uno de los elementos que más atentan contra el erotismo es el gran prestigio que en nuestra cultura ha logrado la impulsividad, ese sentir de atropellada que domina a la persona, haciéndole creer que el impulso es sinónimo de convicción, en desmedro del arte de esperar con sabiduría los momentos adecuados. Existe una idea de que, a mayor impulso, mayor cantidad y calidad de pasión, cuando en realidad, el impulso así, a secas, no es muy amigo de un erotismo que se precie.
Es que el apurado impulsivo no es erótico porque no se tiene fe, y es por eso que quiere arribar a destino rápido, para que este no se le escape.
El erotismo espera, se deleita, percibe matices, juega, se divierte… y se da cuenta de que se está divirtiendo. Es como el que mira un lindo lugar y lo observa, mientras que otros sacan apuradas fotos de ese mismo lugar, pensando en mostrarlas luego a los parientes, una vez terminado el viaje.
Erótico es el decir que señala, sin ir directo al punto. Sugiere, y va llegando a donde quiere mientras vive cada paso sin especular. Es un estado anímico diferente que requiere más poesía que prosa, más literatura que lenguaje de prospecto de remedio o manual de instrucciones.
Todos lo buscan, no tantos lo encuentran. Hasta aquellos que se pierden en la literalidad de la pornografía lo anhelan y lo intuyen como posibilidad, la que se les escapa por tener erradas las coordenadas para llegar a ese territorio.
Buscarlo demasiado es perderlo, tratar de atraparlo también, tanto como perder la fe de su existencia. No siempre se ve, pero se siente, y es ese sentir lo que le da realidad, más allá de que en estos tiempos los caminos para encontrarlo están llenos de obstáculos que confunden y llenan de angustia porque, sin erotismo, todo es solo realidad, pero sin sentido.
Conclusiones
En esta oportunidad no tengo crítica para hacerle al autor, me parece que desarrolla de forma muy simple y clara un concepto difícil de atrapar. Creo que a muchas parejas puede servirles la descripción y llevarlos a reflexionar para recrear su vínculo, mientras que a otras parejas puede resultarles demasiado sencillo ya que los vericuetos de su falta de erotismo corre por carriles más complejos.
Lic. Dolores Rueda